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viernes, 26 de febrero de 2016

Vecinos empoderados

Escena 1: Un grupo cerrado en Facebook donde vecinos de una colonia se quejan, debaten, discuten y planean cómo mejorar la colonia. Todo se queda en miles de caracteres y comentarios en Facebook.

Escena 2: Un funcionario público de la Delegación Miguel Hidalgo, en la Ciudad de México –donde está enclavada la colonia en cuestión– comienza una dinámica que sorprende, atrae y atrapa: transmitir sus operativos en la calle por la red social Periscope. Graba a una señora tirando basura, a escoltas y más escoltas hasta que le parten la madre… Sigue grabando.

Escena 3: Hay un excelente debate sobre derechos humanos, espacio público y atribuciones por parte de las autoridades.

El grupo de Facebook se traslada a Whatsapp con un pequeño grupo de vecinos que deciden empezar a hacer cosas. Salen muchas propuestas pero las agendas de los miembros no permiten continuar. Sin embargo, inspirado por aquél funcionario de la Escena 2, un vecino decide convocar a otro par para recoger elementos que obstruyen la vía pública y son utilizados para apartar lugares.

Se ponen de acuerdo rápidamente y, en la noche de un lunes, salen a recorrer a pie su colonia y recoger todos esos “cachivaches”. Los asistentes a esa caminata decidimos replicar la utilización de Periscope para protegernos y, también, para que los que nos ven nos puedan aconsejar, criticar y preguntar lo que gusten mientras recogemos huacales, botes, conos, sillas…

Sin haber planeado la logística, nos encontramos muy rápido con el primer error: ¿qué carajos hacemos con todo lo que recojamos? Somos tres personas, a pie. Decidimos reunirlas en puntos estratégicos y seguir el “operativo” ciudadano mientras pensamos qué hacer con toda la basura.



De pronto, personal de la delegación Miguel Hidalgo, nos informa –vía Periscope– que van camino a apoyarnos. Felicidad, hemos logrado algo a lo que antes sólo el círculo rojo tenía acceso: movilizar a las autoridades ante un impulso ciudadano. Ninguno de los vecinos tiene contacto o altos cargos en el gobierno; vaya, ni siquiera en las organizaciones donde trabajamos somos imprescindibles.

Fuera de algún intercambio de tuits, algún saludo distante, alguna pregunta en algún evento público, el contacto con las autoridades es exactamente el mismo que puede tener cualquier ciudadano; sin embargo, –al parecer– les sorprendió a las autoridades delegacionales lo que estábamos haciendo; notaron nuestros errores logísticos y decidieron enviar apoyo, personificado en la figura de Mariana de la Chica, directora de prevención del delito en la Miguel Hidalgo.

Llega, saluda sonriente, su imagen se replica por Periscope y el machismo se hace notar: comentarios sobre su belleza, peticiones amorosas, entre otros invaden la pantalla del celular desde el que se transmite. Mariana no repara en esto y decide poner manos a la obra; asegura que sólo trae su vehículo personal (una camioneta tipo SUV) pero que lo podemos usar para recoger “lo que quepa”. También nos dice que ya pidió una Pick-Up que llegará en cualquier momento.

Mariana nos echa porras, nos dice que la delegación apoyará a los vecinos que se organicen para mejorar sus colonias; da consejos y hace notar su colmillo en este tipo de operativos. Nos aconseja ir primero a cierta calle o recoger la basura en cierto orden para hacer más eficaz el “operativo” ciudadano.

Acabamos porque ya no cabía un clavo más en la camioneta SUV, ni en la Pick-Up que nos alcanzó a medio recorrido. Ambas llenas. Los vecinos se sienten felices aunque saben que faltó mucho más. Faltaron calles por recorrer y botes por retirar pero es imposible continuar.

Segundo intento

Queriendo mantener el impulso inicial, la delegación nos ofrece una camioneta Pick-Up y apoyo policial para un nuevo recorrido. Una llamada y ya estaba todo listo. Salimos otra vez, recorrimos partes de la colonia que se habían “salvado” en el anterior operativo ciudadano. Mariana llegó puntual con dos personas de la delegación que nos ayudarían a recoger los estorbos más pesados (macetones, tubos…) y a quitar esos “aparta-lugares” que se aferran con cadenas y candados a la vía pública.

El “operativo” fue más eficaz, la camioneta se llenó en menos de dos horas. Se remitió a un guardia de seguridad privada al Juez Cívico por apartar lugares; persona harto conocida en la colonia por su gandallez al cobrar por estacionarse en la calle que vigila.
Sí, salieron vecinos a quejarse, la mayoría cejaba su intento al ver que los vecinos íbamos acompañados de personal de la delegación. No faltó el que intentó todo para no llevarnos sus tubos –incluso puso su camioneta sobre los tubos– pero de nada le sirvió. Se unieron más vecinos, se acercaban con miedo, saludaba y se presentaban; a los cinco minutos ya estaban contagiados de la fiebre feliz de mejorar la colonia; ya decían “por acá, por acá” o solicitaban “¡la cizalla, la cizalla!” para cortar alguna cadena; reímos, reímos mucho, platicamos y conocimos historias interesantes, de esas que jamás se conocen detrás de una computadora.

Creando comunidad

El debate generado por el caso de Periscope y el City Manager de la Miguel Hidalgo, Arne aus den Ruthen, y los derechos humanos ha levantado amplias ondas de debate que, cada vez, se especializa más. Quisiera seguirles el ritmo pero ya me sobrepasó –mi intelecto no puede procesar tantos argumentos tan especializados tan rápido–. Agradezco a Antonio Martínez –de Horizontal– que me haya resuelto algunas dudas pero tengo mil más, seguiré el debate desde la barrera.

Sin embargo, algo que sí le funcionó a Arne fue esto, precisamente, hacer que ciudadanos salieran a las calles a arreglar sus colonias. El city manager ha mencionado que se inspira en el exalcalde bogotano Antanas Mockus, para mí, el colombiano es un ídolo.

Mockus profesa la Cultura Ciudadana: que los mismos ciudadanos se regulen, en Bogotá fue un éxito tal que a la fecha se extraña la época de Mockus.

Hagamos cultura ciudadana, si queremos que las autoridades dejen de violar (o no) nuestros derechos humanos; hagámoslo nosotros. Me parece un despropósito que cualquier gobierno tenga que gastar millones de pesos para ordenar algo que, como sociedad, debiera estar solucionado; siempre habrá algún “listillo” pero no tantos como para llenar cuatro camionetas en menos de una semana.

lunes, 18 de agosto de 2014

El Rey Peatón

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Rey Peatón en Polanco
Ayer, 17 de agosto, se conmemoró el Día Mundial del Peatón; lamentablemente no celebramos al peatón, ya que esta fecha tiene un gris trasfondo. Resulta que un 17 de agosto, pero de 1897, murió la primera persona atropellada por un automóvil en Inglaterra.
A miles de kilómetros de distancia y 117 años después, un delegado chilango –específicamente, Víctor Romo que gobierna la delegación Miguel Hidalgo al poniente de la Ciudad de México– fue el “primer gobernante en adherirse a la Carta Mexicana de los Derechos del Peatón”, un esfuerzo de meses de un grupo de colectivos y personas conocido como la Liga Peatonal.
El autodenominado bicidelegado –dice que no usa automóvil– fue con su séquito a Polanco, específicamente a la calle de Horacio, entre Hegel y Lope de Vega, donde develó la estatua del Rey Peatón, una idea de Roberto Remes –integrante de la Liga Peatonal– para empoderar al peatón. También Remes asistió a la ceremonia de develación.
Yo quería llegar pero, chale, era domingo y la ceremonia fue al mediodía –¡todavía de madrugada!–. Igual decidí salir a caminar a esa colonia tan fresa que es Polanco, el objetivo: ver al Rey Peatón de 500 kilos y tres metros de altura.
Bonito cenicero marca Volkswagen
Comencé a caminar por Horacio, un par de kilómetros antes de donde se encuentra la escultura metálica. Uno, dos, tres, cuatro… Diez, once, doce… Veinticuatro, veinticinco, ¡veintiséis automóviles estacionados sobre la banqueta!
Estos 26 “ceniceros” o “bancas” de marcas como Renault, Mercedes-Benz, Chevrolet y hasta Porsche se encontraban a no más de 15 metros de la esquina de alguna calle con Horacio –la calle donde fueron a poner al Rey Peatón–; ¿policías de tránsito?, ¿grúas? ¡Ni que el peatón fuera el rey!
La idea de Roberto me parece excelente, he visto gente que, al ver un paso peatonal con la imagen del Rey Peatón se siente empoderada e, incluso, exige a los automovilistas que respeten al rey que no es otro sino el que camina.
Atropellando al Rey Peatón a 20 metros del monumento al peatón
Sin embargo, la sociedad cochecentrista ha arraigado a tal grado la idea del Rey Automóvil que, por ejemplo, a 20 metros de donde está la dichosa estatua peatonal, una señora decidió detener su enorme camioneta roja sobre el paso peatonal –literalmente, atropellando al Rey Peatón pintado–. Al cuestionarla sobre su actuar, su respuesta fue “¡Pues que pasen por atrás!”, refiriéndose a que los peatones cruzaran por detrás de su camioneta; la fotografié y poco le importó, mejor decidió aventarme su enorme armatoste rojo.
Simplemente en la cuadra donde se encuentra el monumento al peatón, durante alrededor de una hora, vi autos parados sobre el paso peatonal, autos en sentido contrario que no frenaban para evitar que una patrulla los agarrara en flagrancia, autos estacionados sobre las banquetas y autos tapando las rampas para sillas de ruedas; estos últimos argumentaban cosas como “No te preocupes, si viene alguien en silla de ruedas yo me muevo” o “Sólo voy al Oxxo y ya, ni cinco minutos”.
Banca marca Prosche modelo Cayenne S
Lo más detestable del Día del Peatón 2014: Los automovilistas saben de su impunidad y del mínimo riesgo que representa un ciudadano “a pata” que los fotografía y anota sus placas. Saben que, mientras no pase una patrulla de Tránsito, ellos siguen siendo los reyes.
De nada sirve que gobernantes como Romo –a quien se le agradece su interés– firmen iniciativas ciudadanas como la Carta Mexicana de los Derechos del Peatón si cuando se soliciten grúas la primera pregunta que hagan los telefonistas de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina sea “¿Están estorbando la entrada de su casa?”, como si ese fuera el único motivo para castigar a quienes se estacionen sobre la banqueta.
A quienes manejan: sólo sean conscientes. Arriba me referí a los autos sobre las banquetas como “ceniceros” o “bancas”; si no quieren que apague mi cigarro en su cofre, o que deje la colilla encendida de mi cigarro en sus limpiaparabrisas, o que me siente en su cajuela con mis sucias botas en la defensa de su automóvil, no se estacionen en la banqueta. “Sólo son cinco minutos”, “Sólo bajo unas cosas y ya” son pésimos pretextos, es como si les dijera “Sólo es una colilla de cigarro” o “Sólo me estoy amarrando las agujetas recargado en tu auto”. Es bien fácil, ¿no?.