Escena 1: Un grupo cerrado en Facebook donde vecinos de una
colonia se quejan, debaten, discuten y planean cómo mejorar la colonia. Todo se
queda en miles de caracteres y comentarios en Facebook.
Escena 2: Un funcionario público de la Delegación Miguel
Hidalgo, en la Ciudad de México –donde está enclavada la colonia en cuestión–
comienza una dinámica que sorprende, atrae y atrapa: transmitir sus operativos
en la calle por la red social Periscope. Graba a una señora tirando basura, a
escoltas y más escoltas hasta que le parten la madre… Sigue grabando.
Escena 3: Hay un excelente debate sobre derechos humanos,
espacio público y atribuciones por parte de las autoridades.
El grupo de Facebook se traslada a Whatsapp con un pequeño
grupo de vecinos que deciden empezar a hacer cosas. Salen muchas propuestas
pero las agendas de los miembros no permiten continuar. Sin embargo, inspirado
por aquél funcionario de la Escena 2, un vecino decide convocar a otro par para
recoger elementos que obstruyen la vía pública y son utilizados para apartar
lugares.
Se ponen de acuerdo rápidamente y, en la noche de un lunes,
salen a recorrer a pie su colonia y recoger todos esos “cachivaches”. Los
asistentes a esa caminata decidimos replicar la utilización de Periscope para
protegernos y, también, para que los que nos ven nos puedan aconsejar, criticar
y preguntar lo que gusten mientras recogemos huacales, botes, conos, sillas…
Sin haber planeado la logística, nos encontramos muy rápido
con el primer error: ¿qué carajos hacemos con todo lo que recojamos? Somos tres
personas, a pie. Decidimos reunirlas en puntos estratégicos y seguir el “operativo”
ciudadano mientras pensamos qué hacer con toda la basura.
De pronto, personal de la delegación Miguel Hidalgo, nos
informa –vía Periscope– que van camino a apoyarnos. Felicidad, hemos logrado
algo a lo que antes sólo el círculo rojo tenía acceso: movilizar a las
autoridades ante un impulso ciudadano. Ninguno de los vecinos tiene contacto o
altos cargos en el gobierno; vaya, ni siquiera en las organizaciones donde
trabajamos somos imprescindibles.
Fuera de algún intercambio de tuits, algún saludo distante,
alguna pregunta en algún evento público, el contacto con las autoridades es
exactamente el mismo que puede tener cualquier ciudadano; sin embargo, –al
parecer– les sorprendió a las autoridades delegacionales lo que estábamos
haciendo; notaron nuestros errores logísticos y decidieron enviar apoyo,
personificado en la figura de Mariana de la Chica, directora de prevención del
delito en la Miguel Hidalgo.
Llega, saluda sonriente, su imagen se replica por Periscope
y el machismo se hace notar: comentarios sobre su belleza, peticiones amorosas,
entre otros invaden la pantalla del celular desde el que se transmite. Mariana
no repara en esto y decide poner manos a la obra; asegura que sólo trae su
vehículo personal (una camioneta tipo SUV) pero que lo podemos usar para
recoger “lo que quepa”. También nos dice que ya pidió una Pick-Up que llegará
en cualquier momento.
Mariana nos echa porras, nos dice que la delegación apoyará
a los vecinos que se organicen para mejorar sus colonias; da consejos y hace
notar su colmillo en este tipo de operativos. Nos aconseja ir primero a cierta
calle o recoger la basura en cierto orden para hacer más eficaz el “operativo”
ciudadano.
Acabamos porque ya no cabía un clavo más en la camioneta
SUV, ni en la Pick-Up que nos alcanzó a medio recorrido. Ambas llenas. Los
vecinos se sienten felices aunque saben que faltó mucho más. Faltaron calles
por recorrer y botes por retirar pero es imposible continuar.
Segundo intento
Queriendo mantener el impulso inicial, la delegación nos
ofrece una camioneta Pick-Up y apoyo policial para un nuevo recorrido. Una
llamada y ya estaba todo listo. Salimos otra vez, recorrimos partes de la
colonia que se habían “salvado” en el anterior operativo ciudadano. Mariana
llegó puntual con dos personas de la delegación que nos ayudarían a recoger los
estorbos más pesados (macetones, tubos…) y a quitar esos “aparta-lugares” que
se aferran con cadenas y candados a la vía pública.
El “operativo” fue más eficaz, la camioneta se llenó en
menos de dos horas. Se remitió a un guardia de seguridad privada al Juez Cívico
por apartar lugares; persona harto conocida en la colonia por su gandallez al
cobrar por estacionarse en la calle que vigila.
Sí, salieron vecinos a quejarse, la mayoría cejaba su
intento al ver que los vecinos íbamos acompañados de personal de la delegación.
No faltó el que intentó todo para no llevarnos sus tubos –incluso puso su
camioneta sobre los tubos– pero de nada le sirvió. Se unieron más vecinos, se
acercaban con miedo, saludaba y se presentaban; a los cinco minutos ya estaban
contagiados de la fiebre feliz de mejorar la colonia; ya decían “por acá, por
acá” o solicitaban “¡la cizalla, la cizalla!” para cortar alguna cadena;
reímos, reímos mucho, platicamos y conocimos historias interesantes, de esas
que jamás se conocen detrás de una computadora.
Creando comunidad
El debate generado por el caso de Periscope y el City
Manager de la Miguel Hidalgo, Arne aus den Ruthen, y los derechos humanos ha
levantado amplias ondas de debate que, cada vez, se especializa más. Quisiera
seguirles el ritmo pero ya me sobrepasó –mi intelecto no puede procesar tantos
argumentos tan especializados tan rápido–. Agradezco a Antonio Martínez –de Horizontal–
que me haya resuelto algunas dudas pero tengo mil más, seguiré el debate desde
la barrera.
Sin embargo, algo que sí le funcionó a Arne fue esto,
precisamente, hacer que ciudadanos salieran a las calles a arreglar sus
colonias. El city manager ha mencionado que se inspira en el exalcalde bogotano
Antanas Mockus, para mí, el colombiano es un ídolo.
Mockus profesa la Cultura Ciudadana: que los mismos
ciudadanos se regulen, en Bogotá fue un éxito tal que a la fecha se extraña la
época de Mockus.
Hagamos cultura ciudadana, si queremos que las autoridades
dejen de violar (o no) nuestros derechos humanos; hagámoslo nosotros. Me parece
un despropósito que cualquier gobierno tenga que gastar millones de pesos para
ordenar algo que, como sociedad, debiera estar solucionado; siempre habrá algún
“listillo” pero no tantos como para llenar cuatro camionetas en menos de una
semana.
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