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jueves, 7 de octubre de 2010

Crónica de un Bicentenario...


¿Para "Vivir Mejor"?

El 15 de septiembre de 1810 Hidalgo salía con su pueblo en busca de un nuevo México; 200 años después, el 15 de septiembre de 2010, el pueblo salía de Hidalgo (el metro) preguntándose cuántos años más pasarán para que llegue ese nuevo México que aquél cura de Dolores, junto con Morelos, Allende y otros idealizaron hace 200 años.
Fuegos Artificiales del Ángel
vistos desde El Caballito de Reforma.
En este 2010, cuando se cumplieron 200 años del inicio de la Independencia, los historiadores se han empeñado en decir que eso no fue lo que sucedió, que no sonaron las campanas, que no buscaban la independencia y un larguísimo etcétera, pero la realidad es que a las más de 900 mil personas que había del Ángel (que fue un regalo para conmemorar los 100 años de independencia cuando aún “reinaba” Porfirio Díaz) hasta el Zócalo (donde pretendían meter 50 mil y al final entraron más de 60 mil gracias al mexicanísimo portazo) lo que les importaba era pasar un buen rato con su familia, rodeados de gente, espuma y banderitas tricolores, mientras que a otros tantos lo que les interesabaa era ver a sus músicos favoritos tanto en el caballito de Reforma, como en Cuahutémoc, el Ángel o el Zócalo.
Más de 74 mil marinos, militares, federales y policías del Distrito Federal se encargaron de hacer de esta celebración una fiesta diferente, más “fresa”,”sobria” o “más nice” según se dejaba escuchar a las personas que intentaban llegar al primer cuadro de la ciudad.

Vendedor de Lotería Nacional
en el Zócalo

Por Madero, la calle preferida por los asistentes para llegar al Zócalo, la gente se amontonaba a miles mientras los guardianes del orden intentaban hacer filas frente a los detectores de metales y las máquinas de rayos X que funcionaban sin cesar; por esta calle que fue remodelada a medias y terminada al “ahí se va” para poder estrenarla en “el grito” era imposible pasar cualquier objeto prohibido; pero no fue la misma historia por 20 de noviembre, calle paralela, donde la seguridad se limitó a observar dentro de las mochilas sin mucho afán y escrutar a los visitantes sin preguntar por lo que se traía en las bolsas; cabe mencionar que a las 19:00 horas los accesos fueron cerrados pero un grupo de alrededor 3 mil personas reunidas frente al acceso de 20 de noviembre decidieron no quedarse con las ganas y aplicar el clásico portazo, lo que ocasionó que la valla cediera y que un grupo de granaderos cerrara totalmente el acceso; los comentarios que se escuchaban de los desafortunados que se toparon con una impenetrable barricada de granaderos parapetados eran de tristeza, abogaban a la distancia recorrida, a sus hijos que, a pesar del riesgo, convencieron a los padres de ir a ver el Zócalo, como una joven de unos 20 años que les gritaba a los granaderos “malditos perros, vengo desde Fresnillo (Zacatecas) en camión... vengo sola, ¡déjenme pasar cabrones!”

Un zombie revolucionario...
como hay muchos pululando por aquí.

A las 2:30pm el Zócalo lucía a la mitad de su capacidad, con muchísima gente sentada, pues como me hizo saber una señora en tono recriminatorio: “No te metas, llevo desde las 8 de la mañana aquí para apartar lugar… Vengo desde Tijuana”, la mayoría de las personas ahí llevaban mínimo 3 o 4 horas, algunas más, algunas menos, pero el sol caía inclemente sobre los sombreros charros, los rebosos que funcionaban para taparse la cabeza del sol y demás objetos que hicieran un poco menos pesada la larga espera; la plaza de la constitución lucía extraña, faltaba algo (y faltaría durante toda la celebración), eran las banderas ondeando sobre las cabezas de los miles de mexicanos reunidos en dicho lugar, pues en los retenes las astas, junto con paraguas y hasta plumas fueron confiscados bajo el pretexto de que eran peligrosas.
Ya para las 5:00pm el zócalo estaba repleto aunque no lleno, una llovizna calmó al sol que hacía arder las cabezas de más de medio millón de personas que ya se encontraban en sus puestos estratégicos para ver el desfile de 30 carros alegóricos que iniciaría 2 horas más tarde, mientras que en la Plaza Reforma 2-22 unos mariachis cantaban a todo pulmón para todos los visitantes que paseaban por el centro comercial, mientras un grupo de jovencitas aprovechaba los locales de ropa vacíos para comprar “stuffs ad hoc a la ocasión”, Lorena, una de las jóvenes espetó un “o sea, yo no voy a estar con los nacos, nosotras preferimos venir de shopping para la party de al rato, ¿you know?”.
El desfile (cosa rara) inició puntual, a las seis de la tarde con cero minutos el primer contingente, que me recordó a las bandas de las universidades gringas, comenzó a caminar arrastrando tras de sí casi 3 horas de desfile en el que se vieron cosas tan bizarras como niños disfrazados de nopales tricolores, revolucionarios zombies, carritos enormes de raspados y pan dulce, camoteros, el caballo más grande del mundo que traía a un joven en la espalda haciendo malabares, equinos con 2 y 3 cabezas, representaciones de Hernán Cortés, unos animadores que iban disfrazados como aborígenes australianos, distintos carros con letreros luminosos sobre la música popular mexicana (que tocaban en los distintos ritmos la canción de Syntek y López El futuro es milenario, lo que provocó abucheos y silbidos por parte de los espectadores), charros, escaramuzas, juguetes tradicionales gigantes y un sinfín de rarezas que parecían salidos de la mente de Walt Disney. Al llegar al Zócalo, el desfile fue recibido por un público aburrido que respondía con el Cielito lindo a los intentos de los animadores de corear el Shala la la la de El futuro es milenario.

Fuegos Artificiales del Zócalo vistos
desde El Caballito de Reforma
 Y después del desfile, la fiesta continuó, pues los 4 escenarios comenzaron a presentar a sus artistas y la gente se congregó en el de su preferencia, mención aparte merece el escenario “Caballito” donde Kinky, La Maldita Vecindad, Zoé, entre otros hicieron que miles de jóvenes bailaran y saltaran; al terminar “la Maldita” como le dicen de cariño los fans, muchos jóvenes salieron del corral donde estaban apretujados y a la pregunta sobre si nos iban a dejar pasar pues ya salía mucha gente, el oficial Barrera, parapetado en uno de los accesos laterales al escenario, contestó que “no, porque ya ha habido como 8 aplastaditos, cuando menos son los que han salido de aquí, ya son órdenes del mero mero, del Marcelo, que ya no dejemos pasar a nadie porque ya son varios los aplastados que pos ya hasta salen sin respirar ni nada, los sacan cargando…”
Inició el ritual de abanderamiento del “presidente de la república de los Estados Unidos Mexicanos, el ciudadano Felipe Calderón Hinojosa” a lo que, cuando menos en las pantallas que se apostaban cerca del Caballito, siguió una rechifla, acompañada de un típico coro mexicano: “¡culeeeeeero, culeeeeeero!” y comentarios como “¡Ese no me representa!” o “Pinche espurio, no te mereces tan gran privilegio” (refiriéndose al “privilegio” de dar El Grito en este 200 aniversario). El Señor Presidente salió al balcón y comenzó a dar “El Grito” “Viva el bicentenario de la Independencia, Viva el Centenario de la Revolución” fue un poco de lo que dijo, a lo que el pueblo unido que, supuestamente, jamás será vencido respondió con ¡vivas! a todo pulmón; terminó el último ¡Viva México! Y torrentes de espuma y decenas de banderas llenaron a la multitud de una algarabía pocas veces vista en un país con tantos problemas como lo es este “México lindo y querido”, la gente comentaba, en un éxtasis colectivo, cosas sin sentido como “¿qué no le faltó mencionar a Villa, a Zapata y esos?” a lo que le contestaron “No  güey, esos son de la Revolución”, “y qué, ¿no es lo mismo?” o una pareja de novios que gritaban “200 años de independencia y a tu lado, mi amor”; siguió la cereza en el pastel, los fuegos artificiales llenaron de luces tricolores la noche en la capital del país, por un momento, por unos minutos, los 580 millones de pesos gastados en este circo organizado por un francés y un australiano, parecieron valer la pena…
Se acabó la ilusión de las explosiones multicolores en el cielo y los escenarios volvieron a “abrir” para terminar sus programas. Mientras tanto, en un bar “familiar” que se encuentra enfrente del hemiciclo a Juárez decenas de jóvenes y un grupo de 8 integrantes del equipo de Protección Civil (aún con sus uniformes) se arremolinaban en la entrada para poder entrar a “festejar como se debe”; ya dentro, las bolas, los tarros y los misiles (que contienen de 3 a 5 litros de cerveza) pasaban de un lado al otro, llegando a su destino, donde voraces gargantas los liquidaban en menos de lo que la mesera volvía a pasar por ahí. Gritos de júbilo, de jóvenes eufóricos se confundían con trompetazos y con los covers de rock en español que la banda del lugar tocaba, complaciendo a todos los asistentes.
A las 4 de la mañana del 16 de septiembre de 2010 algunos borrachos jugueteaban por los carriles centrales de Reforma, toneladas de inmundicia esparcidas a lo largo de la avenida eran recogidas por los recolectores de basura en sus trajes naranjas mientras un grupo de 12 personas acostadas con chamarras, gorros y guantes intentaban conciliar el sueño en lo que abrían el metro para poder llegar a sus hogares o esperaban a que amaneciera para tener un buen lugar y ver el desfile militar.

El Desifle (rarísimo, ni Walt Disney)


La cerVeza en el pastel:
El bicentenario vino y se fue y lo único que nos dejó fue un gasto de 230 MDD... ¡Qué lindos!
A ver si en 100 años más tenemos a uno menos pendejo que Calderón...
 (soñar no cuesta...aún...)