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martes, 30 de octubre de 2012

La guía de nuestro Pastor Alemán


A lo largo de cuatro largos años de carrera, no sólo conocí a los mejores amigos y colegas que pueda tener, sino que me repitieron hasta el cansancio que el “periodismo de aula” distaba bastante –o cuando menos lo suficiente– del periodismo que vemos a diario en periódicos, en la televisión, la radio o la internet.

Siempre he asegurado que la única verdad universal y, por lo tanto absoluta, que todos tenemos es que algún día moriremos, por eso, en contraste con nuestro “Pastor Alemán”, yo no busco demostrar que los dioses del olimpo periodístico me ungieron como único conocedor de la verdad absoluta.

Tengo que aceptar que comencé a leer al –quién sabe cómo– ganador del Premio Nacional de Periodismo 2005 hace unos pocos meses, cuando se platicaba con genuina indignación de sus columnas (Itinerario Político publicada en El Universal) dedicadas al movimiento #YoSoy132 donde su mejor argumento era y es autoproclamarse como un “periodista” con todos los adjetivos que se le puedan agregar, claro, de manera positiva.

Ya le contesté en alguna ocasión y mi compañero, amigo, filósofo y hermano de lucha, Ricardo Bernal le dedicó una extensa carta en la que, de manera directa y sin rodeos (contrario al estilo de Ricardo Alemán) le refutó cada uno de sus argumentos; el excelso periodista simplemente escribió “Sigo pensando lo mismo”.
Definitivamente hay gente tan necia que jamás entenderá que la Tierra no es plana o que el Sol no gira a nuestro alrededor. Y me permito una licencia “ricardoalemaniana” para intrigar sobre si nuestro Pastor Alemán se comporta así por una clara deficiencia mental o por una suficiencia económica al actuar como el Cancerbero en medios del PRI.

Como Daniel Santoro ya lo dijo en su libro “Técnicas de Investigación” –y no planeo equipararme con él–, “la investigación es la esencia de nuestro oficio, porque el periodismo es siempre indagación y búsqueda. Pero también constituye una especialidad: ciertamente la más costosa, en términos de esfuerzo y de presupuesto, y la más riesgosa. Ya lo sabían los periodistas norteamericanos que, a principios del siglo XX, comenzaron a examinar las profundidades de la política, y el gobierno los llamó ‘rastrilladores de estiércol´”. En lo personal, siempre preferiré ser un “rastrillador de estiércol” (término acuñado por Theodore Roosevelt en 1906, quien calificó de muckrakers a los periodistas que buscaban “basura política” en lugar de informar sobre los logros de su gobierno) que un “cazador de platos voladores”, como se les conoce en Argentina a los periodistas que sacan conclusiones sin fundamentos, como entenderá nuestro querido Pastor Alemán.

Santoro comenta sobre ellos que “ni ellos (los “cazadores de platos voladores”) ni los que llamamos denunciólogos producen trabajos serios y profundos (…) Quienes todos los días tienen una historia negra para contar, en realidad ofrecen conjeturas sobre los sospechosos de siempre sin datos verificables. Su táctica de  marketing se reduce a dar golpes de efecto sobre un tema a partir de sospechas pero sin pruebas. Una semana después lo sepultan y buscan otro asunto sensacional, y de nuevo generan mucho ruido sin descubrir los resultados concretos”. Que conste que no lo digo yo, un simple “ternurita”.
Ricardo Alemán, un periodista ejemplar.                          

También Tomás Eloy Martínez comenta en su texto Defensa de la utopía (citado por Santoro) que “cada vez que un periodista arroja leña en el fuego fatuo del escándalo está apagando con cenizas el fuego genuino de la información. –Y agrega– El periodismo no es un circo para exhibirse, sino un instrumento para pensar, para crear, para ayudar al hombre en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta”.

Por si no le es suficiente a nuestro Pastor Alemán, también Gabriel García Márquez dijo alguna vez que “la investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo periodismo tiene que ser investigativo por definición”.

Sé que es sumamente difícil que nuestro querido can-“periodista” articule una respuesta inteligente a este texto por lo demostrado anteriormente; sólo quería demostrar que siempre se pueden exhibir las pobres prácticas periodísticas de don Ricardo; quizá Ricardito se convierta en un “rastrillador de estiércol” si intenta salir del lugar en donde se ha metido solito. ¡Sería toda una hazaña!


*Todas las citas fueron tomadas del capítulo “De los “rastrilladores de estiércol” a la generación de internet” del manual sobre técnicas de investigación de Daniel Santoro (páginas 17 a 26) proporcionadas en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García como material de apoyo.

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lunes, 29 de octubre de 2012

La censura de El Universal


El Universal fue, para mi, la empresa en la que empecé a sentir el rigor de trabajar en un diario, aunque sin tanta presión pues realicé mis prácticas profesionales en el área de TV; quizá lo único que tenga que agradecerle a El Universal es la oportunidad de conocer a algunos de mis amigos y maestros en el arte del periodismo en televisión online fuera de las aulas.

A Rodolfo, Rocío, Iván, Toño, Damián, Erik, Víctor, Belem, Fernando y otros tantos, muchas gracias por permitirme aprender de ustedes (actualmente sólo tres de los nombrados continúan ahí).

Fue aquí donde aprendí la importancia de los intereses monetarios y personales de Ealy Ortiz; no fue una la nota que me pidieron “bajar de tono” pues tocaba intereses del PRI del Estado de México, cuando Enriquito era gobernador.

Todavía hace unos meses, al participar en un foro sobre el 132, me “corrieron el chisme” que el foro no saldría al día siguiente pues ya traían “algo de Peña en portada”; dicho y hecho, el foro salió el domingo y en su versión para TV jamás se publicó.

Ahora, en su intento de parecer un medio abierto a la crítica, publican –cada sábado– un artículo escrito por integrantes del movimiento #YoSoy132.

La infame columna del “riguroso y ético periodista”, Ricardo Alemán, en la que me contestó sobre una carta que le envié despertó la indignación de mis hermanos y amigos, especialmente de uno –a quien aprecio por su capacidad intelectual y compromiso social–, Ricardo Bernal, quien escribió un estupendo texto en el que evidencia la nula calidad periodística de Alemán.

Fue más de un mes de hablar por teléfono con Alejandro Jiménez, director de opinión de El Universal –quien prometía en cada llamada que “el siguiente sábado se publicaría”– para que el sábado 27 de agosto se publicara en el espacio “destinado” al movimiento por el diario.

¡Sorpresa! Hoy intenté entrar a ver los comentarios generados por esta crítica fundamentada y resulta que la página “no existe”.

Como diría nuestro amigo Alemán: ¿Cuál es esta chabacana apertura de El Universal que dura 48 horas, a lo mucho?

¿Le habrá dolido tanto al “opinólogo” Alemán que exigió su censura?

¡Qué mal se ve El Universal!

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