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viernes, 15 de agosto de 2014

Potenciales emprendedores


En el momento en el que escribo esto, la “Semana del Emprendedor”, organizada por el Instituto Nacional del Emprendedor (INADEM) está por terminar en el Centro Banamex, al poniente de la Ciudad de México, muy cerca del centro neurálgico del ejército mexicano.
El secretario de economía, Ildefonso Guajardo, el comediante Andrés Bustamante y otras personalidades asistieron a dar conferencias magistrales durante esta semana, mientras que incubadoras de negocios, empresas “innovadoras” y empresas dedicadas a financiar emprendedores intentaban convencer a los “emprendedores” de que ellos son su mejor opción.
Durante mi visita a este evento, uno de los discursos más reiterativos fue el de: “sé exitoso, logra tus sueños, conviértete en empresario”.
Es un discurso bien arraigado entre las clases media, media-alta y alta chilangas –es el caso que conozco, aunque no creo que sea el único–, un discurso repetido hasta el hartazgo por “universidades” (note las comillas) como el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Anáhuac y la Universidad Iberoamericana. No hay margen de error: ser exitoso significa ser CEO de una empresa trasnacional o tener una empresa propia con millones de pesos en sus cuentas bancarias.
De la mano a la idea de “progreso”, cualquiera que no quiera ser “emprendedor” o empresario o que aspire a una dirección general de una gigantesca empresa es un mediocre que no tiene ganas de superarse, que no tiene visión, que se va a morir de hambre…
Lo peor, la última aseveración es bastante real.
Yo solo quiero escribir
A modo de catarsis, escribiré sobre mí.
Estudié periodismo –carrera que aún no concluyo–, trabajo en un lugar donde no me gusta el modo en el que se hacen las cosas, no me gusta escribir “para vender”, mucho menos “para quedar bien”; he tenido la oportunidad de entrevistar a gente como Josefina Vázquez Mota, Arturo Henríquez Autrey (el de Pemex), el “flamante” secretario de economía, Ildefonso Guajardo, el exembajador Arturo Sarukhán, el embajador Eduardo Medina-Mora, personas como Sergio Alcocer y Luis de la Calle, a una de las personas que más defiende este concepto de éxito: Jorge Suárez-Vélez, que asegura que los pobres son pobres porque así lo quieren, entre otros.
He escrito sobre piojos, facturación electrónica, impermeabilizantes, recursos humanos y otros “interesantísimos” temas.
¿Por qué sigo aquí? Por el dinero…
Porque mi percepción de éxito dista mucho del concepto neoliberal que nos han inculcado desde pequeños. Porque para mí, tendré éxito cuando mis reportajes sean sinónimo de excelente periodismo, de investigación, de un trabajo intachable.
No me interesa dirigir un periódico o un portal con 10 millones de visitas al día, tampoco me interesa “emprender” mi propio medio para hacerme millonario, tampoco me interesa ser un estresado editor de un medio “importante”.
Me interesa escribir, investigar… Hacer periodismo. ¿Esto me hace mediocre, sin visión, sin ganas de superarme? (La duda es genuina).
¿Y si fuera al revés?
Entiendo que así como mi realización personal es ser un periodista reconocido por su trabajo, también hay quienes quisieran dedicar su vida a las artes o a otra actividad “no-productiva” que tienen que arreglárselas para continuar con su actividad como pasatiempo mientras mueren lentamente en una oficina de lunes a viernes de nueve a seis.
Sin embargo, ¿qué pasaría si fuera al revés?
Imaginemos que usted, querido lector, es muy hábil para los negocios y le apasiona ser el jefe de cientos o miles de personas; lo llena de adrenalina tomar decisiones de miles de millones de pesos y su sueño es construir un museo que lleve el nombre de su esposa.
Imaginemos que, en un mundo paralelo, en el que está usted, las cosas no fueran como aquí y le repitieran hasta la náusea que “si quieres ser exitoso, debes estudiar ballet o pintura” y que, aún peor, usted no esté ni lejanamente interesado en Van Gogh, Picasso, Ana Pavlova o Isadora Duncan, para colmo, es tan hábil para bailar como una piedra de río y no puede ni pintar una pared.
Obviamente se sentirá frustrado y fracasado, pensará que no sirve para nada, quizá.
En nombre del progreso
Los pequeños agricultores y ganaderos, esos “nacos” que “no se superan porque siguen sembrando o cuidando sus tres vaquitas” que “tienen la culpa de su desgracia” son otro ejemplo.
Quizá el contexto en el que se han desarrollado por generaciones los ha “predispuesto” al campo. Pero también hay un mucho de gusto por su trabajo, ver cómo brillan sus ojos cuando cosechan, cuando, inflando el pecho, regalan alguno de sus animales para la fiesta; llenos de orgullo porque saben que su trabajo es excepcional.
Pero en este México del siglo XXI ellos ya no tienen cabida. Mucho menos si bajo su terreno se sospecha que hay petróleo o gas. No importa que lo que han hecho toda su vida y lo que les gusta hacer sea el campo; si quieren “superarse”, tendrán que aprender a tratar con elementos mucho más peligrosos que trigo o vacas, estudiar una licenciatura o ingeniería que nunca necesitaron y cambiar su botas por zapatos lustrados para “ser alguien” en este infeliz mundo neoliberal.
¿Sólo es exitoso el que cambia de auto cada 3 años?, ¿quien tiene tarjetas de crédito o una cuenta bancaria con más de cinco cifras?, ¿quien estudió en una universidad privada? ¿Por qué no puede ser exitoso un albañil o un recolector de basura o un artista… o un periodista?
La cerVeza con pastel
Todas las imágenes utilizadas para ilustrar este texto fueron tomadas de la primera página de resultados en Google Images al buscar "exitoso".

Una demostración más de ese maldito pensamiento que nos dice que el dinero es igual al éxito.