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miércoles, 13 de mayo de 2015

Yo también leí Ensayo sobre la lucidez


Saramago, el portugués que tanto nos dio a través de sus letras, escribía sobre un utópico mundo realista donde una sociedad cansada de su clase política se vuelca a las urnas votando en blanco –o anulando su voto–, la novela inspira y calienta la cabeza, sobre todo, en tiempos electorales.

Terminando de leer la novela –editada en español por el gigante Alfaguara– uno corre a tomar su smartphone para escribir sobre por qué debemos unirnos y votar en blanco; videos en Youtube y miles de entradas en blogs –alguna vez yo también intenté convencer a quienes me leen de anular el voto– nos dan argumentos de sobra, estamos tan enardecidos que los argumentos en contra de esta protesta nos hacen lo que el viento a Juárez –ya, por favor, díganme de dónde viene esta frase–.

Todavía en algún Vive Latino fui de los que hicieron “campaña” por anular el voto entre el Foro Sol y Café Tacvba.

¡Qué equivocado estaba!

Yo también tengo una clase política que no me representa, no me identifico con ningún partido político y me arde que se gasten fortunas en pendejadas que ni informan, ni nada conocidas como campañas.

Pero mi coraje ya no va contra la pinche boleta de papel con los logos de los partidos políticos, va contra aquellos votantes “duros”, esa bola de pendejos que votarían por “su” partido, así les pusieran excremento de candidato, esos ciegos que “son” panistas, priistas, perredistas, morenos o, en el peor de los casos, verdes…

Sí, ya sé que los diputetes y senadoretes votan por consigna de su partido, pero ni así, caray.

Lo malo es que estos votantes “duros” –como su cabeza– son los responsables de decidir cuánto dinero le toca a cada partido, lo peor es que para esta ecuación se eliminan los votos nulos.

Un grave problema es que como sociedad pensamos que nuestra responsabilidad democrática es hacer el enorme esfuerzo de levantarse un domingo cada tres años para ir a las urnas a depositar nuestro voto. Sin embargo, esto es lo mínimo que se debe hacer en una sociedad que, “de a devis” se considere democrática.

¿Ya conoces las propuestas de tus candidatos a diputados locales, federales y delegados o presidentes municipales?, ¿ya revisaste si tus candidatos hicieron su #3de3?, ¿mínimo sabes sus nombres y de qué partido son?

Más que el presidente, los gobernadores, los presidentes municipales o delegados, son los legisladores los que “nos representan”. Esta bola de lacras cobra por representar a su distrito, según. Pero si en su distrito de 10 mil personas, sólo 20 se quejan, protestan, ofrecen soluciones, etc., está muy cabrón que los legisladores los tomen en serio por la sencilla razón de que 20 vecinos no representan el sentir general de un distrito. Obviamente un político profesional, no representa más que a su círculo que suele ser la minoría más beneficiada del país.

¿Qué hacer?

Organizarnos.

Debemos crear comunidad, no esperar a que el gobierno la genere por nosotros. Debemos empezar por conocer a nuestros vecinos, a ser corteses, amables, a no dañar nuestra colonia, no ensuciarla. Debemos respetarnos entre nosotros, así será más fácil llegar a consensos y exigir al gobierno mejoras en nuestro entorno, pero mientras unos abogamos por más ciclopistas, banquetas dignas, mejor transporte público y otros exigen más carriles para los autos y mayores límites de velocidad, nos enfrascamos en una discusión bizantina en la que los únicos ganones son los desgraciados políticos.

Si te da “hueva”, “no tienes tiempo”, crees que “para eso está el gobierno”. Te pido que no te quejes de las manifestaciones, del tránsito, de la basura en la calle, de la corrupción, ya que tu omisión es cómplice en la gran vida que se dan nuestra honorable clase política.

¡Ah! Y no, “tu rock no es votar” –¿recuerdan esa ñoñísima campaña?–, tu “rock” es ser un ciudadano activo y participativo, es saber en qué se gastan tus impuestos. ¿Sabías que cada dependencia gubernamental tiene un portal de transparencia?, ¿sabías que hay (des)gobiernos que han pagado más de 15 mil pesos por una memoria USB de 2 Gb?

Si anulas, si no votas, si votas por el que ganó o por el que perdió, igual tienes derecho a exigir pero también tienes la obligación de informarte. Mínimo, ¿no? 

La cerVeza en el pastel

Por ahí leí que el vocero del PVEM aseguraba que la campaña "contra su partido" era por miedo. Obviamente él se refería a miedo a que el "Verde" tuviera un máximo histórico de votos en estas elecciones intermedias. Aunque le atinó en lo del miedo, la verdad es que nos da pánico que un partido que se ríe de las leyes y las instituciones sea uno de los responsables de legislar y gobernar en nuestro país. ¿Qué se puede esperar de un partido que se burla de las leyes a la hora de legislar? 

Urge que le #QuitenElRegistroAlVerde

jueves, 7 de mayo de 2015

"Pos use su Uber, joven"


Hoy en la mañana tomé un taxi rumbo al metro, es un viaje de menos de 25 pesos –si no tienen el taxímetro alterado, me han cobrado hasta $35– y menos de 10 minutos de duración. Tiempo suficiente para que el amable taxista se despidiera diciéndome “pues mejor use su Uber, joven” después de argumentarle por qué la gente prefiere el servicio de choferes privados al taxi normal.

El taxista en cuestión, que no traía su tarjetón visible en la ventana derecha trasera, me decía que no le parecía justo que a ellos les exprimieran muchísimo dinero en placas, pintura, revista, taxímetro, revisiones, etc., mientras los Uber no necesitaban más que su auto.

Le pregunté por qué no se hacía Uber para sacar una lana extra y me respondió: “uy joven, es que piden un montón de requisitos y la verdad está cabrón”.

Está cabrón… Sobre todo si la corrupción imperante entre los “de Gestión” –quienes se encargan de hacer las pruebas a los taxistas y a sus vehículos– es tan grande que, cuando menos el taxista que me tocó hoy, no encuentra la forma de hacer sus trámites sin mordidas.

Y es que si en algo tienen razón los taxistas es en la cantidad de dinero que gastan para obtener el permiso de servicio de pasajeros:

Revista vehicular 2015: $1,366.37 (anual)[1].
Licencia tipo B (para Taxi): $874.00 (por 2 años) y $1,315.00 (por 3 años)[2].
Pago de derechos por concepto de registro de representantes legales, mandatarios y apoderados de personas morales concesionarias y permisionarios del servicio de transporte público individual de pasajeros: $4,617.50[3].
Placas: En Mercado Libre se venden, en promedio, en $80,000.00 con vigencia por diez años y se rentan por $1,500.00 mensuales[4][5].
Taxímetro: $150.00 en promedio. Se paga cada que cambia el horario, sube la tarifa o se descompone.
Total por tres años: $90,931.61 en trámites (no contamos tenencia, verificaciones, multas, composturas, pintura, entre otros; consideramos dos cambios de taxímetro anuales).

Además, la Ciudad de México es la urbe con más taxis en el mundo con la cifra récord de 250 mil taxis registrados[6], si sumamos los “Ejecutivos”, los “Pantera” y otras organizaciones piratas y de servicio privado de pasajeros, la cifra aumentará –no tengo el dato de cuánto–.

Uber tiene la culpa

Las organizaciones de taxistas han parado sus vehículos frente a oficinas del gobierno local exigiendo la salida de las nuevas modalidades de transporte como Uber o Cabify, arguyen competencia desleal pues los Uber no tienen que invertir más de 100 mil pesos para circular como servicio individual de pasajeros, sobre todo con el éxito que –sobre todo Uber– ha tenido en la CDMX. Espetan pérdidas millonarias al secretario de movilidad Rufino H. León Tovar y al jefe de (des)gobierno Miguel Ángel Mancera Espinosa; exigen, como si fueran dueños de la calle, que el gobierno local saque a Uber y Cabify, lo peor: Rufino y Miguel Ángel han declarado que los Uber y Cabify serán remitidos al corralón. Le auguro la presidencia al Sr. MAME… (Sarcasmo).

¿Por qué los taxistas no exigen mejores controles, más exámenes, una revista vehicular que sirva, capacitación, facilidades para admitir otras formas de pago?

Claro, prefieren venderse como clientela política y ver qué partido les ofrece su apoyo a cambio de votos (¿ya mencioné que hay más de 250 mil taxis registrados en la capital?). También prefieren la comodina corrupción que les permite manejar un taxi sin pasar por exámenes de aptitudes, ni revisiones de sus vehículos. El taxista de hoy me dijo que no se cambiaba a Uber porque “piden muchas cosas, joven”.

¿Cuántos taxistas reprobarían los exámenes que realiza Uber a sus prospectos de choferes?

Uber no tendría cabida en una ciudad donde las autoridades tuvieran pleno control de los taxistas y donde los taxistas tuvieran conocimiento de su labor.

Lo peor es que esta estúpida “guerra” se está llevando entre las patas a aquellos taxistas que, de vez en cuando, nos sacan una sonrisa por su excelente servicio y actitud, su auto limpio y su manera de conducir impecable; ellos son los que deben exigir exámenes “tipo Uber” para quienes quieran ruletear nuestra ciudad; les conviene a ellos, nos conviene a nosotros, no le conviene a los taxistas cafres, ni a Uber (tanto).

Lo decía ayer: se vale soñar.


La cerVeza en el pastel

Ayer, cruzando Homero a la altura de Mariano Escobedo, un desesperado taxista intentó pasarse el semáforo en rojo –el tránsito estaba desquiciado–, se detuvo abruptamente cuando me vio a unos centímetros; pasé y aceleró, le reclamé “tiene el semáforo”, me contestó “¡Chinga a tu madre!”. Si, por eso #UberSeQueda



[1] http://www.semovi.df.gob.mx/wb/stv/tpcp_2015.html 
[2]http://www7.df.gob.mx/wb/stv/expedicion_renovacion_y_reposicion_de_licencia_tar
[3] http://www.semovi.df.gob.mx/wb/stv/Registro_de_Representantes_Legales.html
[4] http://listado.mercadolibre.com.mx/placas-taxi-df
[5] El Gobierno de la Ciudad de México ya no ofrece placas debido a la sobresaturación de taxis en la capital y, aunque es ilegal comprar placas de taxi, se puede hacer una carta poder para que otra persona -que no es el propietario de las placas- pueda utilizarlas.
[6] http://wikitravel.org/es/Ciudad_de_México