Aprovechando la efervescencia generada
por la santificación de un señor polaco conocido como Juan Pablo II, jefe de
estado del Vaticano de 1978 a 2005 quiero hacer de conocimiento público mi
interés por santificar a mis amigos más allegados y a mí mismo por las razones
expuestas acá abajo.
1.
No somos católicos, pero esto
se resuelve rápidamente con un poquito de agua en la cabeza; a diferencia de la
violación a un menor de edad.
2.
Hemos dado mordidas a
policías, pero no es ni mínimamente comparable con acusaciones de lavado de
dinero por parte de un Estado reconocido internacionalmente.
3.
Nadie ha sido asesinado por
nuestras distintas causas.
4.
No hemos apoyado dictadura
alguna, mucho menos dictaduras que han terminado con grandes derramamientos de
sangre, como la del chileno Augusto Pinochet. Al contrario, hemos luchado por
una mayor democracia.
5.
Pese a no ser los mejores
contribuyentes, tampoco hemos sido acusados de lavado de dinero, fraude y mucho
menos vinculación con la mafia o venta de armas.
6.
Nunca hemos atacado a
personas que piensan de otra manera; claro que hemos debatido, pero jamás hemos
llegado a pedir la expulsión de personas que difieren de nosotros, vamos, hasta
hemos ocupado nuestro tiempo para escribirle a Ricardo “el Pastor” Alemán.
7.
Estamos a favor de una
sexualidad responsable y personal sin atacar a grupos con distintos gustos
sexuales como los heterosexuales, bisexuales u homosexuales.
8.
No somos filántropos pero
cada quien ayuda a quien pueda de su manera, sin presumir garritas de miles de
dólares o bastones de oro.
9.
Hemos convertido el agua en
vino… o cerveza.
Estos nueve motivos sobresalen, por
mucho, de los que arguyen la santificación del Papa viajero, por lo que
solicito la inclusión de mis amigos y la mía como santos y que las fechas sean
continuas para generar un nuevo periodo vacacional en nuestro país.
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