
Sin embargo fue 21 años después, en 1994,
cuando se organizaron las primeras jornadas sin coches en Islandia, Francia y
Reino Unido; y fue hasta el inicio de este siglo que la Comisión Europea
constituye la iniciativa.
En la Ciudad de México, funcionarios como
Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno; Héctor Serrano, secretario de gobierno
capitalino; y Jesús Rodríguez Almeida, secretario de Seguridad Pública del DF,
decidieron subirse al metro para llegar a sus oficinas en el centro histórico
de la megalópolis.
Mancera subió al metro en la estación
Colegio Militar y bajó en la estación Zócalo, un trayecto de siete estaciones,
sin transbordes y en la línea considerada “turística” porque pasa muy cerca de
lugares como el Monumento a la Revolución Mexicana, la Alameda Central, el Palacio
de Bellas Artes, la calle peatonal de Madero y tiene salida al Zócalo de la
capital. El jefe de gobierno declaró que el metro “está llenito”.
Por otra parte, Héctor Serrano sí hizo un
recorrido más amplio, de doce estaciones, aunque igual, sin transbordes y en la
misma línea dos –o azul– que, además es la que tiene los trenes más modernos y
la que más inversión recibe.
Por último, Rodríguez Almeida,
responsable de la seguridad en la capital, aseguró que no recibió “arrimones” y
que cargaba con su cartera y tres móviles durante su trayecto en el
subterráneo. “No estaba lleno, había bastante espacio (…) muy seguro el metro,
eh”, declaró a medios de comunicación.
La
experiencia de turista

Sufren del “síndrome del turista”
(desconozco si exista la terminología, pero funciona muy bien para esto):
Cuando uno viaja a otro lugar, todo lo ve interesante, todo lo ve diferente,
todo es nuevo y especial; no solemos pensar en lo malo, lo feo o el vía crucis
que representa para, por ejemplo, los parisinos, tener que compartir su medio
de transporte con millones de turistas que se pierden, que no saben dónde
carajos bajarse o dónde demonios está la estación de metro más cercana a la
Torre Eiffel. Lo mismo pasa en el DF; los funcionarios se dieron su “baño de
pueblo” y estaban maravillados, supongo que no es lo mismo ir en un metro
funcional, que no se detenga entre estaciones y hacer 20 minutos de trayecto al
tormento de hora y media en automóvil al que están acostumbrados.
La
triste realidad

Por un momento pensé que me llevaría la
sorpresa de encontrarme con grúas y sin vehículos sobre la banqueta;
lamentablemente fue un día más.
Incluso encontré una camioneta sobre la
banqueta con el conductor dentro, por lo que le hice un pequeño sondeo que
plasmo a continuación:
¿Qué opina de la gente que no usa los puentes peatonales?
Pues muy mal porque por eso pasan los accidentes.¿Qué opina de la gente que se atraviesa los semáforos corriendo?
Igual.¿Qué opina de los automovilistas que se estacionan sobre la banqueta?
Esteeee… muy mal también.¿Por qué está estacionado sobre la banqueta?
Estoy en una entrada. Estoy dejando un pasillo para que (los peatones) pasen, pero como es entrada, ahí no hay problema.
En lo personal me llamó muchísimo la
atención la última respuesta.
El desconocimiento del Reglamento de
Tránsito Metropolitano (RTM), la prepotencia de sentirse superior por tener un
automóvil. “Estoy en una entrada”, dice el automovilista; quizá entendieran si
pongo una mesita y unas sillas sobre el arroyo vehicular y argumento que “estoy
en la entrada de mi casa” y que me vale gorro que tengan que pasar, total, “es
entrada y es mía”, ¿no?

La
cerVeza en el pastel
Para los que piensan que tienen derechos
por tener un automóvil, deberían pensar si no es un privilegio (que conlleva
obligaciones por el riesgo de manejar una máquina que puede matar). Ideotas…
que uno tiene, nomás.
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