Foto: Especial |
Voto libre y directo, cabildeo,
exposición de argumentos en los disensos y logro de consensos; toda una
demostración de democracia auténtica fue lo que aprendí de ver a un grupo de
niños jugando el pasado domingo.
Podría asegurar que estos niños entre
seis y diez años no tenían idea que lo que estaban haciendo para decidir a qué
jugar era la demostración más bella y perfecta de la democracia.
–¿Quién vota por las escondidas?– preguntó la niña que se veía más grande y que
asumió la responsabilidad de “mesa”, –¡Yo!– –¡Yo también!– –No… ayer jugamos a las escondidas– respondió uno de ellos.
–Bueno… ¿y si jugamos stop?– cuestionó la pequeña “mesa”, el voto se
dividió: las niñas votaron a favor, los niños rechazaron la propuesta porque
“es un juego de niñas”.
–¡Ya sé, vamos a jugar avión!– replicó uno de los niños, –¡Sí!–
fue la respuesta en grupo, se había logrado una votación unánime.
La más pequeña del grupo, de unos seis
años comentó con cierto temor –Yo no tengo gises, ¿quién tiene?–, silencio,
surgía un problema grave: no había gises para pintar el avión.
Empezó el cabildeo, las niñas intentaban
convencer a uno de los niños para que “votara” a favor del stop, los niños conformaron un bloque para “defender” a las escondidas; parecía que se había
llegado a un punto muerto en la discusión hasta que la “líder” se subió a unas
escaleras de uno de los juegos y dijo –Ok, jugamos a las escondidas pero no se vale esconderse en las casas, ni en la
otra zona de juegos (a unos 50 metros)–, el bloque masculino se miró y se
apartó unos metros del “pleno” para deliberar la propuesta; al cabo de cinco
minutos regresaron aceptando el ofrecimiento con la condición que los equipos
serían dos: uno de hombres y el otro de mujeres, las niñas reviraron y pidieron
que los niños tendrían que contar “hasta 100, porque son más rápidos”, los
jovencitos aceptaron y empezó el juego, y siguieron jugando hasta ya entrada la
noche.
Foto: Especial |
Esta situación la hemos vivido muchos
–por no decir todos– en algún momento de nuestras vidas, sin saber que lo que
practicábamos era democracia creíamos que era la mejor manera de jugar todos
felices; ¿qué nos pasó?, ¿en qué momento descubrimos el significado de
“democracia” para hacer todo mal?
El ver a estos infantes me recordó las
primeras Asambleas Generales Interuniversitarias del #YoSoy132, cuando la
mayoría llegábamos sin saber exactamente cómo funciona la política y la
democracia; nos estrellamos contra la pared cuando los grupos políticos de
antaño comenzaron a clavar sus colmillos para hacernos “crecer” de un trancazo
en materia de cabildeos, exposición de argumentos, búsqueda de consensos,
mociones y demás términos a los que nos hemos familiarizado en estos últimos
meses.
¿Por qué no regresar a la democracia de
los niños? Busquemos la forma en la que todos podamos jugar y ser felices.
La democracia de los niños by Ari Santillán is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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